Nos fuimos de allí sin mirar atrás. Dejamos la casa y nunca más pensé en ella. Sólo había futuro ante mis ojos, el pasado era un borrón en mi cabeza... hasta que comenzó a invadir mis sueños en forma de imágenes, movimiento, voces, lluvia.
Es mucho después de habernos ido para siempre cuando pensé en volver y me di cuenta de que mi casa, el lugar de mi infancia había desaparecido. Cuando volví, años después, el monte estaba destruido. Comencé a soñar con los senderos que conducían a los bosques, a las cumbres, los que conectaban un monte con otro, los helechos, los caracoles gordos, las pisadas de algún "todoterreno", el paisaje húmedo lleno de brotes verdes, las mañanas de sábado soleadas, los discos girando, su sonido metálico, el hortelano que veía desde mi ventana... todo eso, no existía. En su lugar, unos cuantos bloques más de edificios y el monte devastado, aplanado, por un lado, atravesado por un tunel, por otro, desaparecido para siempre.