MUNDOURBANO. LABORATORIO DE HIPERREALIDAD. Premio Inéditos.

MUNDOURBANO. LABORATORIO DE HIPERREALIDAD. Premio Inéditos.

La casa Encendida, Madrid. 2007.

MundoUrbano. Laboratorio de Hiperrealidad busca generar una reflexión sobre la comunicación entre comunidades que habitan el mundo urbano. Una comunicación que se ve afectada, como tantos otros aspectos de la vida urbana y tecnológica, por la dicotomía existente entre las dos lógicas dominantes actualmente: una lógica de espacios de flujos, y otra lógica de espacios de lugares.

Las ciudades se transforman en flujos y en ese desarticularse en movimiento podemos establecer grados de permanencia y memoria en función de procesos de realización y procesos de virtualización. Definiríamos procesos de realización como la materialización de deseos y expectativas siempre sustentados en la acción, mientras que los procesos de virtualización supondrían las articulaciones dentro de los marcos comunicativos simbólicos interpersonales o reflexivos.

Nos enfocamos en la urbe tecno-cultural y el ciberespacio como dos contextos claves para conformar una visión viva de la sociedad actual y la comunicación interpersonal. Presentamos seis trabajos artísticos, cuyo canal es Internet, que reflejan la ciudad y sus habitantes en un espacio virtual representado, donde el cuerpo humano como elemento fundamental para la comunicación es insustancial.

La exposición como producto de consumo, producto inmaterial o de conocimiento, supone la atomización de la obra de arte y la reorganización de su información o contenido en un espacio físico limitado (un lugar) pero expansible hacia canales de difusión nuevos, ya sean otros espacios físicos o virtuales, como la red.

Una práctica artística sustentada en la atomización de la obra de arte objetual, bajo la experiencia artística electrónica y digital, que posteriormente se propone en forma de la instalación a través de la reintegración de la obra en el espacio, supone una transformación sustancial del proceso creativo originario.

Nuestra pretensión, al instalar un espacio virtual en una sala de exposiciones, es la de construir puentes que entrelacen lo real y lo virtual. Puentes de luz e interfaces que medien entre el espacio físico de la sala de exposiciones y el espacio virtual de la exposición en Internet. De tal manera, partiendo del reflejo virtual del espacio real y centrados en torno al concepto de habitar, conseguimos realizar, un paso adelante en la espiral del tiempo: un reflejo real del espacio virtual.

Stanza, Jody Zellen, David Crawford, Dr. Hugo Heyrman y Nadine Hilbert & Gast Bouschet desarrollan su trabajo artístico en torno a estos conceptos. En las obras está la clave de esta muestra que ahonda en las estructuras de la sociedad en red y sus mecanismos de funcionamiento.

Redes. Habitar la urbe, vivir en la tecnología

Desde la segunda mitad del siglo pasado, la sociedad se ha caracterizado por una creciente producción y utilización de objetos tecnológicos complejos que han ido asistiendo y sustituyendo al ser humano en muchas de sus tareas. La proliferación de los medios de comunicación electrónicos y más concretamente la codificación digital de múltiples tipos de contenidos se ha convertido en una manera habitual de interrelación y un elemento indispensable de la construcción social.

Con el surgimiento de la era de la información, como una tendencia histórica, funciones y procesos dominantes se organizan cada vez más en dinámicas de red. Las redes constituyen la nueva estructura de nuestras sociedades y su lógica se basa en las tecnologías de la información que penetran transversalmente toda la estructura social. De esta manera se modifican la operación y los resultados en los procesos de producción, de experiencia, de poder y de cultura. (Castells, 1996).

La sociedad de la información expande las posibilidades de comunicación e interacción pero reemplaza los modos de interacción corporales y fracciona la forma primigenia de la comunicación humana. Hoy, el ser humano depende en gran medida de los medios tecnológicos para relacionarse con su entorno. Así, podemos perfilar un nuevo sujeto incapaz de realizarse plenamente si no está inmerso en un marco tecnológico digital, donde curiosamente es virtualizado, y que es, a su vez, a través del cual desarrolla sus capacidades cognitivas y de comunicación.

En el esquema de organización social en red la ubicua transversalidad de su lógica altera esencialmente el significado y la dinámica de los lugares. El sociólogo Manuel Castells contrasta dos lógicas espaciales que emergen en la “sociedad red” y que amenazan con disociarse crecientemente: el Espacio de Lugar y el Espacio de Flujos.

“La gente todavía vive en lugares. Pero debido a que la función y el poder en nuestra sociedad están organizados en espacios de flujos, la dominación estructural de su lógica altera esencialmente el significado y la dinámica de los lugares. La Experiencia, al estar relacionada con los lugares, se torna abstraída del poder, y el significado es alejado crecientemente del conocimiento. Definida por una esquizofrenia estructural entre dos lógicas espaciales que amenazan romper los canales de comunicación en nuestra sociedad, la tendencia dominante es hacia un horizonte de espacios de flujos sin historia, interconectados, apuntando a imponer su lógica sobre los dispersos lugares segmentados, cada vez más disociados entre ellos, y menos capaces de compartir códigos culturales.”
(Castells, 1996)

 

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La metáfora de la ciudad como una gran red que avanza inexorable puede ser revertida, y analizar la red como una ciudad ubicua que contiene a todas las ciudades y se ve surcada por flujos de todo tipo que la interconectan.

 

Cuando miramos a esa red, no vemos sus arterias ni identificamos los lugares que la interconectan y mucho menos vemos a sus individuos. ¿Qué vemos entonces? ¿Cómo se nos presenta la trama del mundo urbano en que vivimos sumergidos? Un tapiz urbano, que nos ve globalizados y nos halla divididos.

Nuestra ciudad metafórica, no es más que una representación poética de una gran red urbana que se reproduce en diversas latitudes del globo. Es por lo tanto una ciudad compuesta de muchas ciudades, es un mosaico del mundo urbano, donde se estima que habitará el 60% de la población mundial hacia el 2030.

Dentro de las ciudades y sus espacios, nos interesa focalizar nuestra atención sobre los espacios públicos que es dónde las comunidades se conforman, se expresan y se hacen visibles. En muchos casos, los espacios públicos han dejado de ser lugares donde el “cuerpo” comunitario vive y se han transformado en espacios de flujos de comercio y de transito, lo que ha provocado que el “cuerpo” de las comunidades se fragmente. El cuerpo del individuo, en este esquema de red, desaparece en los flujos del sistema, simplemente transita, se convierte en sombra. Dicha situación nos obliga a reconfigurar nuestras nociones de lo que constituye el espacio público y el dominio público.

Tradicionalmente, el dominio público ha sido entendido como un espacio de ideas y memorias comúnmente compartido y realizado a partir de las manifestaciones físicas que las constituyen. La palabra del alto alemán antiguo correspondiente a construir, buan, significa habitar. Esto quiere decir: permanecer, residir.

La investigación sociológica actual reflexiona sobre el carácter impersonal y acomunitario de los espacios públicos de los centros urbanos occidentales, mientras
que surgen, al mismo tiempo, nuevos paradigmas comunitarios relacionados con espacios virtuales.

La desaparición paulatina, aunque rauda, de los espacios del dominio público físico acarrea consigo una serie de transformaciones en la mecánica de la comunicación interpersonal y por ende, en la construcción comunitaria. Las comunidades virtuales aparecen como producto de algunas de las citadas transformaciones, que trasladan la comunicación interpersonal desde el ámbito matérico corporal al ámbito virtual. Es Internet, caso paradigmático de espacio virtual, donde se observa que el “dominio público” se constituye por una multitud de lugares virtuales donde los individuos se interrelacionan para encontrar el acuerdo. Las diferencias buscan su propio dominio público, y escogen así identidades comunitarias nuevas.

Las posibilidades que se plantean en un sistema en red que crece exponencialmente son infinitas, y más aún, cuando se trata de un sistema de alta diversidad y desarrollo. Pierre Lévy, en relación a la red de redes, introduce la idea de una Inteligencia Colectiva. Lévy piensa que nuestro conocimiento se produce en un diálogo múltiple, real o imaginado, en comunidades vivas, sobre la base de distintos instrumentos. Es aceptable atribuir al arte dicha capacidad instrumental, y al tiempo ser objeto de resignificación. La World Wide Web es una tela de telar cuyo sentido es tejido por millones de personas y devuelto siempre al telar (Lévy, 1999). Dicho de otro modo, es ‘donde está la acción’ en el sentido que todo en nuestra cultura se está reconfigurando en base a los flujos virtuales: flujos de información, de tecnología, de interacción organizacional, de imágenes, sonidos y símbolos. Así, se impone como tendencia irreversible una vigencia cada vez mayor del dominio virtual en el ámbito de la construcción social.

Partimos, pues, del análisis de dos conceptos en relación a la interacción humana en estos contextos habitables. Por un lado, las redes como estructuras espaciales; un patrón biológico para organigramas urbanos, sociales y económicos. Y, por otro lado, los flujos como estructuras temporales, como sucesos a modo de movimientos generados por el desarrollo del habitar humano en estas hiperrealidades combinadas.

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Cuando dirigimos la vista al espacio público, encontramos cuerpos inmersos en el flujo de la vida urbana, en el simple tránsito y pocas veces experimentando el lugar. El cuerpo comunica, y en breves secuencias, podemos identificar la irreprimible necesidad de comunicación humana. El ser humano se ve inmerso en una lucha contradictoria entre la telecomunicación y la comunicación; aquello que genera comunidad.

Este sujeto actual es, además, habitante de una “urbe tecno-cultural” que planea sobre lo simbólico del conocimiento y a veces no es capaz de generar poso alguno en el devenir frenético de las metrópolis. Es, por contrapartida, un ser infinitamente expansible, cuyo potencial creativo derivado de su sobreinformación y superconexión amenaza con sobrepasar su capacidad de resolución misma. Pero un fenómeno tal produce una deformidad interesante: el desequilibrio entre un tiempo chronos y otro tiempo kairos y entre su realidad, su hiperrealidad y su telepresencia.

“Mi cuerpo es en el conjunto del mundo material una imagen que obra como las otras imágenes, recibiendo y devolviendo movimiento con esta única diferencia tal vez, que mi cuerpo parece escoger, en cierto modo, la manera de devolver lo que recibe. Mi cuerpo, objeto destinado a mover objetos es, pues, un centro de acción; no podrá hacer nacer una representación. Los objetos que rodean mi cuerpo, reflejan la acción posible de mi cuerpo sobre ellos.” (Bergson, 1900)

El ser humano occidental se aleja del camino de la evolución puramente biológica y transita ahora un proceso evolutivo subordinado a los elementos tecnológicos artificiales. En este proceso de superación de la discontinuidad entre el ser humano y la máquina, el desarrollo de la biogenética, la cibernética y la inteligencia artificial están jugando un papel fundamental.

Desde el punto de vista de la cibernética, se considera al ser humano actual como elemento biológico dependiente e interconectado a elementos tecnológicos.
Consiguientemente, el enfoque de la comunicación digital sugiere un panorama de seres humanos cuyos cuerpos han sido invadidos por la tecnología, penetrados por el medio que los conecta.

La aparición de Internet planteó un nuevo espacio de tipo virtual donde el cuerpo y dicho espacio se encuentran separados por la interfaz tecnológica. El cuerpo, como ente matérico, no puede traspasar la barrera de la interfaz, y por consiguiente, la concepción de la experiencia humana se debe replantear. Podríamos decir que en el ciberespacio se concreta la utopía metafórica del descarnamiento del cuerpo como rechazo a las limitaciones y necesidades que impone nuestra condición biológica. En particular, surgen nuevas problemáticas referidas a la naturaleza de la comunicación, y a la presencia de las identidades que la realizan en un espacio virtual. El solo hecho de la translación de la identidad corpórea al ámbito virtual plantea una redefinición de la misma en base a nuevos parámetros de relación. En el ciberespacio, la presencia se convierte en dato, en ausencia física, y la identidad se define a través de la codificación que la propia interfaz impone.

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La percepción tiene un interés completamente especulativo; es conocimiento puro. Toda la discusión estriba sobre el rango que es menester atribuir a este conocimiento, frente a frente del conocimiento científico. Esta percepción aparece en el momento preciso en que un sacudimiento recibido por la materia no se prolonga en reacción necesaria. Cualquiera que esta reacción sea, y cualquiera que sea, pues, la naturaleza íntima de la percepción, se puede afirmar que la amplitud de la percepción mide exactamente la indeterminación de la acción consecutiva, y por consecuencia, enunciar esta ley: la percepción dispone del espacio en la exacta proporción en que la acción dispone del tiempo. (Bergson, 1900)

El arte no trabaja con la realidad objetiva que vivimos sino justamente con lo “objetivamente subjetivo” que subyace en la fantasía que el sujeto es siempre incapaz de asumir. El ciberespacio, a partir del simulacro, con su capacidad para exteriorizar nuestras fantasías más ocultas en todas sus inconsistencias, abre un marco único para la experimentación artística de escenificar nuestro yo “real”, el soporte fantasmagórico de nuestra existencia que nunca puede ser subjetivado (Zizek, 2004)

Para Heidegger la obra de arte es la puesta en obra de la verdad del ser. Las teorías derivadas de su pensamiento son las “estéticas de la verdad” que a primera vista pueden parecer contrapuestas a las “estéticas de la apariencia” de Baudrillard o Nietzsche. Pero afortunadamente podemos seguir un desarrollo discursivo tripartito en el que poder agregar siempre un nuevo elemento que impulse y movilice el pensamiento: “las estéticas de la recepción” y más allá “las estéticas de la participación. (Marchán Fiz, 2005)

La obra de arte es un medio a través del que el artista habla. Pero un artículo de prensa es también el mensaje que emite un/a periodista para comunicar algo a terceras personas. ¿Qué es lo que establece el estatuto de lo artístico hoy? De entrada, que esa labor, sea la que sea, provenga, de una reflexión vital de este tipo: que aquella actividad que pretende comunicar tenga que ver con la experiencia de un sujeto insertado en un mundo que intenta entender y habitar. ¿Cómo? Decodificándolo mediante la resignificación de sus elementos y la reinterpretación de sus partes.

Como apunta Bourriaud, la propia cultura se convierte en la fuente de producción cultural: la fusión se basa en elementos fusionados por un propio decurso natural de aceleración geométrica. El ámbito artístico genera nuevos lenguajes, reinventa el mundo, reconstruye una realidad desde la reelaboración de sus elementos significantes. La materialidad de las obras queda relegada a un segundo plano: se enfrenta a la atomización misma de lo real para quedar sólo sujeta a la experiencia. Creemos que el arte es lo potencial y por tanto lo posible, entendiendo que lo posible es lo que puede ser y no lo que es. Ante las interminables disertaciones en torno a la definición de este resbaladizo término nos apresuramos a concluir que no es un fenómeno tan común como aparenta serlo. El arte perdura porque consigue mutar y reinventar la realidad: como un organismo vivo, como un virus que es medio y mensaje al mismo tiempo.